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Responsabilidad Afectiva

“Responsabilidad afectiva: hacerse cargo”

El lenguaje construye al mundo, y cada época tiene palabras que nos marcan y nos definen. Este 2020, no ha sido la excepción. Hemos aprendido a transitar con palabras cómo “pandemia”, “asintomático” o “incertidumbre”. En cierto modo, las palabras marcan en donde estamos y lo que sentimos.

Retrocedamos entonces a través del tiempo. Esta vez, al año de 2019. Año donde vivimos la postulación al premio Nobel de La Paz de Greta Thunberg con 16 años como activista ambiental, el incendio de Notre Dame y el eterno Brexit. No debemos de restarle mérito también al resurgimiento del término “responsabilidad afectiva”, en el ámbito de los movimientos feministas empoderando a las mujeres y exigiendo los mismos derechos para todos, y a la vez, exigiendo la responsabilidad para con ellas. Se visibilizaron nuevos modelos afectivos y la importancia de romper con las relaciones violentas, relaciones de poder, las cuales siempre han sido ejercidas de manera androcéntrica.


Esto nos obliga a replantear que socialmente se nos ha obligado a conseguir una pareja, casarnos y formar una familia. Esta presión en la mayoría de los casos nos impide preguntarnos qué es lo que realmente queremos hacer con nuestras vidas. Si a esta situación le agregamos el contexto en el que vivimos, por ejemplo, si crecemos en ambientes violentos, tendemos a repetir patrones al momento de conseguir pareja y al final resulta difícil romper con relaciones tóxicas puesto que este es el modelo que conocemos e inconscientemente, dentro de nuestras creencias esta relación es normal.


¿Pero que entendemos cómo responsabilidad afectiva?


La responsabilidad afectiva podemos resumirla con la siguiente afirmación: “todo acto tiene sus consecuencias y debemos hacernos cargo de ellas”. La responsabilidad afectiva se extiende a todas las relaciones humanas. Por lo tanto, debemos de ser claros en los vínculos que generamos, ya que solo cuando somos responsables emocionalmente podemos generar vínculos sanos y duraderos.


Ecuación emocional fundamental

Debemos de repensar los lazos con los cuales nos relacionamos, profundizar en nuestras expectativas, nuestra felicidad y analizar los vínculos que estamos manteniendo. ¿Se han puesto ustedes a pensar cómo quieren relacionarse e impactar a las otras personas? ¿Cómo pueden construir y sostener sus vínculos a través del tiempo?

Tener la responsabilidad de nuestros afectos implica establecer límites y acuerdos y sobre todo no ceder en lo que quiere la otra persona con tal de no perderla. Es muy común aceptar lo que el otro quiera o intentar complacer con sus deseos, a pesar de que estén en contra de nuestros principios y valores. Sin embargo, “si se es consistente, si se es responsable con lo que piensa, quiere y busca en un vínculo, se está siendo respetuoso consigo mismo y no se fuerza a hacer cosas que no quiere o no deba”.

Las relaciones humanas son muy dinámicas. Nuestros deseos cambian. Debemos de analizar cuando una relación se ha convertido en un mandato más que en una relación. La clave para construir relaciones sanas de cualquier tipo está en entender que la responsabilidad afectiva se debe de trabajar primero en el plano personal.


No nos hemos dado el permiso de conocernos a nosotros mismos, ya que no estamos acostumbrados a ver qué es lo que quiero, qué es lo que siento, que es lo que me gusta, a que estoy dispuesto y a que no, o si de verdad quiero o no tener una relación.

Un buen ejercicio es preguntarse: ¿cómo me sentiría si me hicieran eso mismo que le estoy haciendo a otra persona?”. Ser responsable es muy distinto a ser culpable. Que alguien sea responsable no lo hace el culpable o el causante de una situación. La responsabilidad nos permite asumirnos como sujetos activos, por lo tanto, tenemos la capacidad de tomar decisiones para poder cambiar las circunstancias que estamos viviendo. Solemos pensar las cosas en términos de víctimas y victimarios, y ese paradigma es el que nos impide pensar los modos en los que nos relacionamos. Le atribuimos al otro únicamente el sufrimiento que nos causó. Debemos analizar allí exactamente donde nos duele que responsabilidad he tenido, con el fin de poder dar el primer paso para poder curar esta aflicción.


Cómo indica Enric Corbera: “¿Qué conseguimos con el juego de la culpa? “Al culpar a otros nos libramos de nuestra responsabilidad. Sin embargo, olvidamos que al renunciar a nuestra propia responsabilidad otorgamos el poder a los demás y nos convertimos en víctimas: Culpar tiene un coste: la pérdida de nuestra libertad”

Estamos viviendo un tiempo ideal, al tener que permanecer en nuestros hogares. Por lo tanto podemos darnos el permiso de estar con nosotros mismos y analizar el sentido de nuestras relaciones. Recuerden que para los sentimientos y las emociones no importa la edad, lo importante es buscar la felicidad.


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